miércoles, 29 de abril de 2015

Emma de Cartosio nació en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, en 1928. Egresó de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Falleció en 2013.

Ejerció la docencia. Cultivó indistintamente géneros diversos; sin embargo se destacó sobre todo por su poesía. Integró diversas instituciones culturales. Becaria por el Instituto de Cultura Hispánica, Madrid, 1963, allí estudió la poesía española contemporánea y publicó artículos sobre el tema, en varios de los principales diarios de Argentina y España. Residió en París entre 1965 y 1969. Dio conferencias sobre literatura en general y poesía en particular, en países latinoamericanos y en el interior de Argentina. Viajera incansable,  recorrió Europa, África, Medio Oriente y numerosos países de Latinoamérica. Escribió también en francés (idioma que domina a la perfección) una colección de cuentos folclóricos argentinos y de otras partes del mundo, motivo por el cual también se la considera una escritora francófona.

A pesar de Georgie, que en "Borges ríe" escribe una de sus tantas diatribas, enumerando sus metáforas menos felices;  y del olvido (o negación) al que se la relegó en su provincia,  Emma de Cartosio, es una voz singular dentro del parnaso literario entrerriano. Y digo singular, no sólo por su obra, sino porque no vivió en su ciudad natal, sino en Buenos Aires; sin embargo,  nunca se integró del todo al ambiente literario de su época y vivió en un retiro voluntario, en una  soledad inclaudicable,  lo que le permitió mantenerse fiel a sí misma. Hasta cierto punto,  el tono de Emma se mueve dentro del neorromanticismo propio de la generación del 40', con el típico uso de formas neoclásicas de versificación;  y, sin embargo, este encuadre no resulta del todo exacto, porque si bien su poesía es eminentemente lírica, en sus mejores momentos evita las efusiones sentimentales, a través de un espíritu científico heredado de su padre y de un lenguaje sobrio y preciso, aún en el momento de su internación en un instituto neuropsiquiátrico. El revés trágico de la muerte de su marido (muy jovencito) en sus brazos (y en una playa) fue un trance duro de superar.  Su libro Automarginada  recibió “La feur de Laure 1980”, premio francés a la obra poética que más altamente ilustra una lengua de la romanidad. También escribió poemas para niños; cuentos y ensayos. Muchos de sus textos fueron publicados en el Diario La Prensa, a instancias de José Edmundo Clemente, Director del suplemento cultural, quien le solicitaba las colaboraciones. En una carta personal  de 1989, Emma me confesaba: “A veces extraño Entre Ríos. Pero sé que ya no existe.” Por suerte, para nosotros, su poesía todavía respira, como Emma, y la podemos seguir leyendo, porque alguien tiene que seguir manteniendo viva la memoria de los seres queridos,  los primeros poetas amados, la infancia y la interminable saga familiar: Alguien tiene que habitar la casa de provincia que demolieron o el conventillo en que crecimos y el progreso hizo barriada.

Fuente: Autores de Concordia

OBRAS PUBLICADAS

Madura soledad, 1948.
Antes de tiempo, 1950.
Cuentos del ángel que bien guarda, 1958.
El Arenal perdido, 1958.
Elegías analfabetas, 1960.
Tonticanciones para Grillito, 1962.
La Lenta mirada, 1964.
Criaturas sin muerte, Madrid, 1967
En La Luz de París, Francisco A. Colombo, Bs.As., 1967.
Cuando el sol selle las bocas, Hachette, Bs.As., 1968.
Contes et récits de La Pampa, 1971.
Cuentos para la niña del retrato, 1973.
Cuentos del perdido camino, 1976.
Automarginada, Casa Pardo, Bs.As.,  1980.
Allá Tiempo y hace lejos,  Corregidor, Bs.As., 1993.

1 comentario:

  1. *Dios en una vieja estancia

    Si me lo preguntan
    si después de decir el amor y la tristeza
    él llegase del espejo que aún no me mira
    que estará en la última habitación que ocupe
    si entonces me lo preguntan
    lo habré olvidado.
    Pero ahora puedo decir:
    no es para el oído, el gusto ni la piel
    no huele, ni siquiera es la imagen que miras
    si antes no lo contemplas.

    Después
    es alto mar de viento entre frondas;
    salobre, tu piel cuando de otras se enamorara,
    el suave golpe de la mente, el inmóvil de la llanura.
    eso después,
    después que lo contemples en su darse
    más neto y desnudo, en rostro despojado de tiempo.
    Yo lo he visto,
    basta inclinar el pecho sobre piernas flexionadas
    dejar los ojos en la tierra de mis pies descalzos
    y lentamente abrirlos a ese tronco, el primero, al próximo
    a todos los que hacen este monte y mirarlo
    como debe ver el que sale de un espejo
    que durante generaciones a generaciones reflejara.

    Yo lo he visto
    es vuelo de hojas e innumerables troncos diferentes,
    la sección que aleja los descalzos del verde
    la breve que va de la hojarasca al primer arranque de ramas
    un apenas en el durar del espacio,
    un siempre en la permanencia del aire.
    Sé que lo he visto con otro rostro,
    que lo he olvidado,
    tal vez era el mar que al mar iba
    que del mar volvía al mar.
    También he olvidado ese rostro tuyo,
    pero cuando el último espejo me ausente la mirada,
    la luz sea la de su última imagen y quede sin Nadie,
    regresarán los rostros de él
    y éste dejará indicios de serlo
    en los salobres labios, en la piel clausurada
    en el viento del oído, en los ojos del espejo.

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